El neofascismo es un término que ha adquirido gran importancia en las últimas décadas, sobre todo a raíz de la irrupción de fuerzas políticas en Europa y América que se autodenominan así mismas de esta manera. Pero, ¿qué es el neofascismo y cómo se diferencia del fascismo clásico? A continuación, se detallará de manera exhaustiva ambas corrientes para comprender sus orígenes, características y principales diferencias.
Orígenes del fascismo clásico
El fascismo clásico surge en Italia a principios del siglo XX, durante la posguerra de la Primera Guerra Mundial. Ante el clima de crisis política, económica y social que vivía el país, Benito Mussolini, líder del Partido Nacional Fascista, logró hacerse con el poder en 1922. Mussolini y sus seguidores proponían un Estado autoritario, nacionalista y anticomunista que se sustentaba en principios como el corporativismo, el totalitarismo y el culto a la personalidad.
El modelo fascista fue rápidamente imitado por otros países europeos, como Alemania o España, y se extendió por el continente hasta la Segunda Guerra Mundial. Durante este período, el fascismo se caracterizó por la represión de la disidencia política y el uso de la fuerza para mantener el control del Estado. Además, se instauró un régimen de propaganda que alimentaba el carisma de los líderes y fomentaba la exclusión y la persecución de las minorías étnicas, religiosas u homosexuales.
Características del neofascismo
Aunque el neofascismo no posee una definición universalmente aceptada, se podría establecer una serie de características comunes entre los partidos que se autodenominan así mismos. En primer lugar, se resalta el rechazo a la democracia liberal y la elección de representantes. Los neofascistas abogan por la instauración de un régimen fuerte y autoritario que sea capaz de mantener la ley y el orden.
En segundo lugar, se resalta el nacionalismo exacerbado que se manifiesta en la insistencia de la superioridad de la nación frente a otras. Los neofascistas critican el multiculturalismo y se oponen a la inmigración, a la vez que defienden la pureza de la raza y la identidad nacional.
Otra de las características del neofascismo es la violencia como forma de acción política. Si bien no todos los partidos que se encuadran dentro de esta corriente utilizan la violencia directa, sí es frecuente que recurran a mensajes violentos, ya sea a través de las redes sociales, debates públicos u otras vías.
Diferencias entre el neofascismo y el fascismo clásico
Si bien existe una continuidad entre el fascismo clásico y el neofascismo en términos ideológicos, existen diferencias significativas entre ambas corrientes. En primer lugar, el neofascismo carece del componente estatal que caracterizó al fascismo clásico. Esto se debe, en gran medida, a la influencia que ha ejercido la globalización y la debilidad que presentan los Estados frente a los flujos de capital y las corporaciones transnacionales.
En segundo lugar, el neofascismo se ha nutrido de otras ideologías extremistas como el neorreaccionario, el identitarismo o el supremacismo blanco. Aunque estas corrientes no son exclusivas del neofascismo, sí han encontrado en él un lugar en el que entroncar discursos xenófobos y diversos grados de violencia.
Por último, el neofascismo ha utilizado de manera más intensa las tecnologías de la comunicación que el fascismo clásico. Internet, las redes sociales y los medios de comunicación masivos han permitido que los mensajes de odio y exclusión lleguen a mayor número de personas. Además, la falta de barreras para el acceso a la información y las dificultades de controlar el discurso político han hecho que el neofascismo se presente como una fuerza disruptiva y antagónica al sistema político.
Conclusiones
El neofascismo ha llegado para quedarse y, aunque aún no se sabe el alcance que tendrá, se aprecia que es una corriente política que ha encontrado un nicho en el mercado electoral. Sus mensajes de rechazo a la democracia y a la inclusión de las minorías encuentran eco en amplios sectores sociales que se sienten en riesgo de perder su lugar en la sociedad. Es por ello que, a la hora de enfrentar este fenómeno, se deben buscar soluciones integrales y que permitan atajar las causas profundas que llevan a la polarización y a la agresividad. La educación, la divulgación y el respeto a los derechos humanos son algunas de las herramientas que pueden resultar útiles para frenar el neofascismo.